Alguien que estaba esperando

Yvonne Châtaigné (1936)

Mi encuentro con Shantidas fue en torno al año 1960, durante una conferencia en la cámara de comercio de Mulhouse y los días siguientes, puesto que la conferencia se prolongaba para aquellos que lo deseaban. Acababa de descubrir la fe gracias a la lectura de los libros de Gandhi y buscaba el diálogo interreligioso. Como no éramos más que cinco o seis personas, pude conversar con él. Respondía a las preguntas que yo me hacía y a mis expectativas. Me conquistó. Luego le acompañé de vuelta a la estación, en silencio. Era sencillo. Siempre tuvimos una buena relación.

Más adelante, realicé una estancia en Bollène. Me daban ganas de huir a causa de los cantos gregorianos tan católicos, pero a la vez mi ánimo estaba embargado y no se me acababan los elogios. Era tímida y procedía de una familia anticlerical, este encuentro fue para mí una conmoción. Shantidas apareció en mi camino como alguien que estaba esperando. Su manera abierta de hablar de lo interreligioso encajaba muy bien con mi sentir. Sus palabras se dirigían más al corazón que al intelecto.

Con una amiga, Marianne, fundamos un grupo de amigos en Mulhouse, y más tarde me uniría a la comunidad en 1968 con mi marido Erwan. Shantidas era nuestro maestro de novicios. Me gustaba mucho y apreciaba increíblemente sus charlas. Sus palabras me nutrían. Tenía poca relación personal con él, a pesar de vivir en la Borie, porque no se le veía mucho. Pero pasaba a máquina las Noticias del Arca y era ocasión para una relación distendida. Mientras Chanterelle hacía la siesta, Lanza gustaba de ir a tomar el café a casa de uno u otro.

Erwann, que hacía el pan, iba a cantar con Shantidas y Chanterelle al mediodía, para apoyar la voz de Shantidas que se debilitaba con la edad. Esta cita diaria los unió mucho. Shantidas era muy comprensivo hacia el posicionamiento de Erwann fuera de una tradición religiosa, y nuestra reticencia a tomar los votos porque esto suponía el reconocimiento de un Dios personal. Finalmente los aceptamos por “necesidad social”, como solía decir Erwann, quien no se sentía ligado al catolicismo pero que practicaba asiduamente las plegarias comunitarias, la meditación y el yoga. Shantidas le animó, por cierto, a enseñar el yoga.

Yo no acudía al grupo de canto con Chanterelle al no estar dotada para ello, y la veía bastante poco: era afable pero estaba muy ocupada. Shantidas era muy estricto sobre el traje blanco del domingo, sobre el porte, la manera de caminar, de sentarse a la mesa, de hablar sin gritar… Con el tiempo cogimos más familiaridad. Caminaba casi cada día hasta Lodève (18 km) donde tomaba su café. Era caminando que escribía sus libros, parándose para anotar la frase madurada con los pasos. Cuando nos fuimos a la India en 1979, quiso venir a vernos pero murió demasiado pronto…