En su memoria

Fabián Rodríguez Pozo (1947)

En la víspera de la festividad de la Epifanía, el popular día de la "Noche de Reyes", recibo la anonadante noticia de que Lanza del Vasto ha muerto. Profundamente conmovido, la emoción y la tristeza traen a la memoria su voz, su figura, sus gestos, sus palabras, su humor, su amistad, su lucidez, su mirada, su sabiduría...
Ahora se hablará de él; se dirán muchas y muy inexactas cosas, entronizándolo en la hornacina de "personajes singulares" de nuestro tiempo, adjetivándolo de "pacifista", o "ecologista", o "místico", o "profeta"... Pero bien pocos, me temo, tendrán la claridad de ir más allá de tópicos y clichés de toda laya, para penetrar, siquiera en lo mínimo, en el pensamiento de uno de los seres humanos que más han merecido tal denominación en el presente siglo; uno de los hombres con más sentido de vida que han pisado este planeta.
Aristócrata por su familia y educación, trocó las vanidades de una obsoleta alcurnia por la sobriedad y nobleza de una vida campesina. Hay quien asegura que era un hombre distante, alejado del pueblo. ¡Distante él, que se acercaba para admirar con infantil asombro a todo artesano rural, a todo aquél que utilizaba sus manos como herramientas de subsistencia, tomando él mismo el arado para estar más cerca de la realidad de la tierra y de los hombres!...
Poeta, no solo por sus poemas (cuya edición en el volumen "Le Chiffre des choses" ha sido objeto de varias tesis doctorales y fue parcialmente traducido al español por Gabriel Celaya), sino por el talante que rezumaba en todos sus escritos y charlas, sus investigaciones sobre las palabras, su búsqueda de la "rima interna" de los versos (que confería a éstos un ritmo y musicalidad excepcionales y unas pautas de mágico encanto y misteriosa expresión de la interioridad del alma), son un inapreciable material para comprender la fascinación de la poesía que no solo se escribe, sino que, antes que nada, se vive.
Filósofo de extraordinaria percepción, su tesis de doctorado por la Universidad de Pisa causó un auténtico impacto en los medios intelectuales, al presentarla con total ausencia de referencias bibliográficas. Solo una paciente e incisiva elucubración, un implacable y constante ejercicio del pensar, fueron los instrumentos de que se valió, sin servirse de luminarias ajenas, para llevar a cabo ese monumento, aún por descubrir, a la capacidad de razonar, de relacionar ideas y conceptos, aunque más tarde él mismo confesase que "ni toda la filosofía y ciencia del mundo reunidos podían dar cuenta cabal de la existencia de una mosca".
Artista de sensibilidad exquisita, no concebía la disociación actual del Arte en varias especializaciones, añorando la "unidad de las artes", expresión de la unidad del artista, de su vida interior, enriquecida y unificada, no dividida en compartimentos estancos. Así, le parecía inconcebible que un poeta no supiese cantar, o que un músico no compusiese poemas (¡Pero si la poesía nació para ser cantada y la música para expresar más indeleblemente el poema !...), o que un pintor no compusiese música, o que un escultor no supiese danzar... y él mismo era un ejemplo vivo de semejante aspiración. Su labor investigadora en música es notoria. Los discos, con canciones compuestas por él y su esposa, con cantares rescatados del olvido (música provenzal y juglaresca), con cánticos medievales y gregorianos, interpretados por ellos mismos y por miembros de su Comunidad, han merecido el no buscado refrendo de "Premio Especial del Disco”. Y en algunos medios es conocido como escultor; y ciertamente sus tallas y labores de orfebrería dan buena noción de su talento.
Poeta, músico, escultor, dibujante, escritor, filósofo, dramaturgo... unidad de una obra que expresaba su unidad interna.
Y como hombre de paz y de acción hay pocas dudas sobre su veracidad y coherencia. Ha sido, con seguridad, uno de los testigos capitales de nuestro tiempo, partidario únicamente de la Verdad y la Justicia, por encimo de justificaciones, partidismos y parcialidad, cuales son la tónica de nuestro mundo. Su obra en pro del hombre, de la paz, es indiscutible. Está ahí, con miles de hombres y mujeres que pueden atestiguarlo. Inició en Francia los movimientos de Objetores de Conciencia, los de Acción No Violenta; inspiró y dio fuerza a la resistencia de los campesinos de Larzac a que les fueran expropiadas sus parcelas cultivadas por generaciones de labriegos, la protesta contra la guerra de Argelia (con ayunos públicos y enfrentamiento a las autoridades, en medio de un clima de hipersensibilidad contra toda disidencia al glorioso ejército francés). Fue el instigador (con un poco conocido ayuno de 40 días, puramente gandhiano, para invitar a la Iglesia a definirse en contra de la guerra) de la encíclica "Pacem in Terris". Luchador infatigable y predicador de la alternativa humana y activa de la no-violencia, heredero fiel de Gandhi, ha difundido la doctrina de éste, aclarando y combatiendo los groseros errores de interpretación que el pedante orgullo occidental ha vertido insensatamente sobre el liberador de la India. Ha merecido, como nadie, el Premio Nobel de la Paz... sí, ese mismo que le fue concedido a Kissinger, a Sadat y Begin, aunque últimamente parece haber retornado la sensatez a los astutos señores de Estocolmo.
Toda su obra, toda su persona, fue volcada en ese grito de paz y de amor a sus semejantes, incluyendo la fundación de la Comunidad de Compañeros de El Arca, una alternativa real a un mundo enloquecido que se desgaja en guerras, en acumulación de elementos destructivos, en degradación de la vida en todos sus órdenes, en el cultivo del odio y la venganza.
No pueden resumirse en unas líneas todo su coraje de vida, su denuncia luminosa de los errores de un mundo insensato (es decir: sin sentido), su penetración en el análisis de la condición humana, su tolerancia, su capacidad de estimular y despertar dimensiones insospechadas en quién ha tenido la fortuna de tratarle.
Ahora su generoso corazón se ha detenido para siempre y su noble mirada no chispeará más ante la visión de un mundo tan desquiciado, pero tan lleno de belleza, aún , aún todavía.
Ha sido un privilegio haberle conocido. Un raro honor haber contado con su amistad. Un recuerdo imborrable, grabado a fuego en el alma, haber estrechado su mano, haber besado su rostro, haber tenido de él una parcela de su amor.
Adiós, poeta sensible, hombre de Dios, hombre de Paz.
El mundo será ahora un poco más triste sin él, pero las vidas de los que le hemos conocido, un poco mejores gracias a él.
Sin su voz inspiradora, sin su ironía llena de afecto, sin su genio enérgico, pletórico de humildad a la postre, nos sentimos despojados de algo valioso.
Ojalá seamos capaces de hacernos dignos de su memoria.
Adiós, Shantidas, buen maestro, amigo.
Fabián Rodríguez
(Escrito en la Borie Noble, en la madrugada del día 10 de enero de 1981)