La nobleza de corazón

Françoise Léglise (1941)

Vine a Bollène a pasar quince días durante el verano 1953 tras asistir a una presentación de la comunidad en la Sorbonne. Chanterelle era cálida, viva, afable, y hacía por que estuviéramos a gusto y hablásemos de nuestra búsqueda. Shantidas era impresionante, lleno de presencia y muy guapo. Cuando hablaba, algo pasaba. Me hicieron especialmente mella las enseñanzas sobre la vida interior. Todo era armonioso: la belleza del lugar, el ambiente distendido…

Chanterelle y Shantidas no se interesaban en absoluto por las diferencias de clase social, ni por la “lucha de clases”. Veían en cada persona la nobleza de corazón, el lado positivo del ser. Se aplicaban al desarrollo del buen lado de las personas, rehusando ver el malo.

Tras nuestra boda, vivíamos cerca de su habitación. A la hora de la siesta, Shantidas venía a tomar el café en nuestra casa dejando reposar a Chanterelle. Eran momentos de amistad sencilla, sin ceremonia, como la hay entre buenos vecinos.

Recuerdo una conversación entre ellos, oída por casualidad: mientras anunciaba a Shantidas la venida de un periodista, Chanterelle le aconsejaba sobre las respuestas por dar y sobre la conducta adecuada. Pues no solía disimular lo que sentía ¡y podía a veces entrar en cólera!

La vida en comunidad no era fácil, pero se asumían los “inconvenientes” y las limitaciones gracias a que Shantidas ponía la vida espiritual y la enseñanza de la vida interior en su centro.

Chanterelle gestionaba la economía de la comunidad y rendía cuenta de ella en las reuniones con los Compañeros. Un día en el que la comunidad tuvo necesidad de una suma sustancial, nos anunció que había puesto de lado algunos derechos de autor. Actuaba como ama de casa previsora…

Tenía, sin embargo, un temperamento sensible e inquieto. Recitaba el rosario con fervor, a veces acompañada, en grupo pequeño. Con la Renovación carismática, se diría que se inflamó en el espíritu, estuvo cantando y bailando durante tres días.

En 1975 cayó gravemente enferma, aunque siguió enseñándonos el gregoriano y nos animaba a perseverar. Mas un día que bajábamos juntas de Nogaret, me confió los malos resultados del análisis: fue para ella el principio del fin. Decidió ayunar, lo cual duró un mes antes de que se apagara. Acudíamos regularmente a rezar en torno suyo.

Chanterelle era para nosotros la madre, la que velaba sobre cada uno de nosotros, sobre nuestro bienestar, sobre la relación de cada cual con Shantidas. Dos años después de su fallecimiento, escuché a Shantidas decir en su tumba: “sin ella, el Arca no hubiese existido”. Al enviudar, Shantidas quedó muy desvalido y vulnerable.