Un poeta filósofo

Jeannine et Jean-Baptiste Libouban (1927 et 1935)

Jeannine

Vi por primera vez a Shantidas con ocasión de una conferencia. Yo provenía de una familia laica y anticlerical, pero su discurso me conmovió. Más tarde trabajando de asistenta social, me acerqué a la comunidad en la Chesnais.

Este gran hombre me impresionaba, me intimidaba su presencia, lo encontraba austero… Estaba como inmerso en su búsqueda interior y daba a veces la impresión de no vernos. Chanterelle, al contrario, era muy acogedora, sonriente, hablaba, reía, transmitía afecto.

Mucho tiempo después, por petición de Chanterelle, me convertí en secretaria de Shantidas. Entonces ya no me impresionaba, él hablaba normal, la relación laboral borraba la distancia.

Jean-Baptiste

Tenía 18 años, estaba en Matemáticas elementales, y veía que todas las filosofías se contradecían entre ellas. Mi librería preferida era el bazar de l’Hôtel de ville en París donde se encontraban libros sobre religiones orientales. Como no podía hablar de ello con los curas que lo rechazaban todo en bloque, me venía por aquí. Encontré en Principios y Preceptos de Lanza, una frase que resultó ser una clave de vida: “vagabundo, conoce la dignidad del acto vertical solamente humano que es el caminar. Estar erguido le pertenece sólo al hombre. Incluso las aves del cielo se sientan sobre sus patas y se acuestan en sus alas para el vuelo”. Esta frase me abrió una visión poética del mundo y me conmovió profundamente.

A la noche misma visitaba a un amigo jefe scout que me ayudaba mucho, para hablarle de mi descubrimiento. Resultó que ya conocía a Lanza e incluso había leído la regla de su naciente comunidad. Me hizo descubrir la Peregrinación a las fuentes: ¡fue cautivador! La prueba que Dios estaba presente en todo, que no pertenece a nadie ni a ninguna religión. Ya no era un peligroso herético, ¡la vida cobraba sabor! 

Nada que no sea todo. Tres años más tarde, Lanza vino a hablar a Estrasburgo en donde yo era un estudiante en la Escuela superior de empresariales. Ya no recuerdo el tema de la charla, pero este hombre representaba para mí todo lo que yo buscaba. Fui a su encuentro. Me miró con aquellos ojos grandes azulinos de lago helado. Como me veía incapaz de entablar la conversación, le pedí una dedicatoria así como una frase que resumiese el libro. Era Los Principios y Preceptos del retorno a la evidencia, mi quinto Evangelio, donde Lanza trazó de su letra grande tan característica: “Nada que no sea todo”. Lo cual puede entenderse en dos sentidos: 1. No hagas de cualquier cosa un absoluto y 2. En cada cosa se hallan todas las cosas. Entre ambas interpretaciones quedé suspendido…y me fui sin saciar mi hambre ¡pues no se dio el diálogo entre los dos!

Más adelante, participé del grupo de los Amigos del Arca, luego me uní a la comunidad en 1957. Me emocionaba el atavío, la belleza sencilla, pero Shantidas permanecía inalcanzable. A veces su mirada de acero te atravesaba. Estaba a la escucha pero no hablaba, como una vidriera azul… Chanterelle en cambio era adorablemente acogedora. Me gustaba lo gregoriano que nos hacía cantar. Me llevaba bien con la mayoría de los Compañeros, pero me sentía tratado con aspereza por algunos. Al cabo de un año, se me pidió que me fuese porque era insoportablemente exigente y crítico. Lo cual se repitió en 1959 tras un año de prueba. Aquella vez  acabé en Argelia como jardinero jefe en un hospital. Fue allí donde Jeannine y yo nos conocimos: ¡estaba en el andén de la estación como si me esperara!

Poeta y profeta. Shantidas era un ser fuera de lo común, una suerte de profeta, a pesar de que esta palabra suene fuerte. En lo que atañía a la vida comunitaria, me dirigía a Chanterelle que estaba tan presente a su lado – sin ella, el Arca no hubiese existido. Pero cuando tenía un consejo personal por preguntar, iba a ver a Shantidas. Era aquel que abría a la vida interior dejando a cada cual su plena libertad. Le debo tanto: la meditación, la no-violencia, la vida en comunidad… siento una inmensa gratitud hacia  él.

A pesar de sus flaquezas o límites, tenía una rara fuerza e independencia de espíritu. He sido testigo de sus iras, de sus declaraciones a veces exageradas, pero también de sus actos de humildad. A fuerza de oírle hablar pues le acompañaba en sus giras, su palabra me impregnó. Sin embargo raras veces me hablaba personalmente. Le he visto representar un papel como en el teatro, arriesgarse con la policía, reprender a un fumador en el tren sacándole de los labios el cigarrillo. Una vez había comprado unas naranjas pero como venían de Sudáfrica ¡no quiso comerlas por respeto al boicot del Apartheid! Al final de su vida le ofrecí mi sostén cuando enviudó y quedó solo y mal comprendido en su necesidad de afecto femenino.

Lanza fue un poeta filósofo que rehabilitó la sensibilidad como medio de conocimiento. Un Noé enamorado de la naturaleza y clamando por el respeto de la creación. Toda su vida buscó, revisitando y retocando sin cesar sus construcciones filosóficas. Pero el nudo de todo su pensamiento cabe en esta frase: “si todo es relativo, el absoluto por sí mismo queda establecido: es la relación”.

Fue para mí el maestro que se hacía amigo para caminar al mismo paso, aunque no tuviese para ello las disposiciones naturales. Me sentía en esto como su amigo Luc Dietrich. Un día, al mostrarme tan crítico, Chanterellle me preguntó: “en tu opinión, ¿es acaso un profeta?”- “¡pues claro!” respondí sin dudar. En otra ocasión, al temer yo mismo mi sentido crítico, le pregunté si pensaba que podía perjudicar a la Orden. Me atravesó de su ojo azul afirmándome que no. Esto me ayudó mucho años más tarde para aceptar la responsabilidad del Arca pues tenía su confianza. Resumiendo: me atrevo a decir: ¡Shantidas es el hombre de mi vida!