¡Veo una barba y tres personas!
(La familia Fauconnier acogió en 1948 la primera comunidad del Arca en Tournier, en la Charente; extractos de un álbum de recuerdos.)
Descubrimiento. En casa de la tía Foncette en Nay, había leído y apreciado mucho el libro Principios y preceptos del retorno a la evidencia del filósofo Lanza del Vasto. ¡Y hete aquí que Denise llega un día con este libro dedicado para nosotros! Nos dijo que Lanza buscaba una propiedad para instalarse en ella con su grupo de no-violentos gandhianos cuando precisamente estábamos nosotros buscando alguien para reemplazar Helmuth, el prisionero alemán que habíamos empleado al final de la guerra. El primero de abril de 1948, la familia Robert nos visitó en Tournier. Denise defendió también la causa de Lanza, estuvimos de acuerdo para que viniese a ver si le convenía Tournier. Y vino…
Esta visita que tuvo lugar un lunes 3 de mayo nos conmovió a todos. Lanza vino acompañado de su novia Chanterelle, y de un tal Soleil que se encargaría de los cultivos. Recuerdo que Michel (16 años entonces) estaba presente, con tanta curiosidad como nosotros. De vez en cuando, se subía a la buhardilla para ver el camino por donde se llega. A las once gritó: ¡veo una barba y tres personas!
Llegaron a pie desde la estación de Saint-Aigulin a siete kilómetros. La barba pertenecía a Soleil, Lanza estaba afeitado. Su apariencia y la de Chanterelle nos causaron gran impresión. No se parecían en nada al resto de los mortales. Él, tan alto y apuesto, ¡impresionante! Tenía por entonces 47 años. Ella muy alta también y muy delegada, con rasgos particulares, muy morena y sobre todo de ojos muy negros y brillantes, muy delineados. Él llevaba un traje especial de un tejido hecho a mano, y ella: una tela gruesa azul de algodón, falda larga, y un apretado corsé abotonado por delante. Soleil era como todo el mundo y de aire muy simpático.
Ya no recuerdo en detalle la conversación. Estábamos Charles y yo muy impresionados. Visitamos la propiedad. Luego fuimos a Génétouze a ver la iglesia atravesando el bosque. Caminábamos delante Chanterelle y yo, Charles y Lanza detrás, y Soleil el último. Lo que más me sorprendió fue aquel maquillaje excesivo en los ojos de Chanterelle. Sólo tiempo después supe que este halo negro alrededor de sus ojos era natural; tenía las ojeras de la gente enferma de hígado.
Su visita nos causó tal impresión –para mí fue casi sentir una especie de miedo– que corrimos dos días más tarde a Crû, pero en bici por supuesto, para contárselo a Marie y a Geneviève (las hermanas de Charles) y sobre todo al abad Vaton. Todo el mundo estaba interesado al máximo. Pero finalmente fue sin dudarlo que aceptamos su venida a Tournier.
La boda. Primero tenían Lanza y Chanterelle que casarse, lo cual se hizo poco después en Crécy-en-Brie, cerca de París, en casa de unos amigos de sus amigos y primeros grandes discípulos: Jeanne y Martin. Por supuesto no asistimos a esta boda. Nos la contaron más adelante los Martin. Madame Gébelin, la madre de Chanterelle, no estaba contenta de la boda de su hija. Ciertamente Lanza era un hombre conocido portador de un buen nombre, pero la vida que llevaba como jefe espiritual y material de una comunidad entregada a la vida sencilla y frugal, asustaba a esta mujer que sabía que su hija era de salud delicada. Chanterelle tenía una caída de estómago por lo cual tenía que llevar un corsé reforzado de hierro para sostener tal estómago. Tenía el hígado frágil y se cansaba fácilmente, y la vida de las mujeres de la comunidad era dura.
Lanza, él, estaba en forma, incluso tenía gran fortaleza. Podía ayunar quince días tomando solamente agua tibia y salada, y el decimosexto día ingerir una ensalada de judías sin ninguna molestia. Esto lo hizo en Tournier. Más adelante conseguiría ayunar incluso cuarenta días como el Cristo. (...)
La vida cotidiana. La casa fue dividida. Les habíamos dejado la vieja cocina con su gran chimenea y todo este lado de la casa, toda el ala izquierda cuando se mira hacia el sur. El resto nos pertenecía. Bastaba abrir la puerta de la cocina para pasar de un lado al otro. Si uno de los dos lados quedaba en silencio, el otro podía escuchar lo que se decía. Chanterelle tenía su piano en nuestro comedor. Durante un tiempo vino a dar lecciones a los niños de la comunidad y a los míos les enseñaba el ritmo haciéndoles caminar con la música. (…)
En la vieja cocina, habían instalado su comedor y sala de reuniones. En la habitación grande de encima, habían instalado los aparatos para tejer y hacían alguna gimnasia comunitaria, movimientos muy especiales de relajación, excelentes y eficaces, muy variados, pero que vistos desde fuera resultaban muy cómicos. Lanza tenía una flexibilidad enorme. Y yo no sé de qué manera se contorsionaba pero aparecía su rostro debajo de su trasero entre sus dos piernas. Era digno de un acróbata. Sólo fui una vez a su sesión de ejercicio físico porque tuve tantas ganas de reír que temí parecer que me burlaba de ellos.
Para los cultivos, yo tenía el huerto del lado norte, y ellos del lado este. También disponían de unos edificios, donde en verano, cuando había mucha gente, dormían algunos allí en la paja. A pesar de nuestros ruegos, manipularon algunas instalaciones eléctricas y encendían velas. Es un verdadero milagro que nunca prendiese el fuego en los graneros y las granjas.
Las fiestas. Les gustaban las fiestas. Muy amablemente nos invitaban a ellas. Su fiesta patronal, muy importante, era San Juan, el 24 de junio. Entonces renovaban los compañeros o pronunciaban por primera vez sus votos (…) Bailaban y cantaban alrededor de un fuego encendido sobre el monte. El año que precedió su partida, en 1952, fue maravilloso. El tiempo era fabuloso, todo el mundo guardó de aquella velada el recuerdo de un ensueño. Estaba allí todo Saint-Aigulin, y habían venido gentes con autobús desde Angoulême. Alrededor del inmenso fuego hubo cantos, bailes, juegos, poemas pronunciados por Lanza. He guardado un recuerdo imborrable.
Habían otras fiestas en las que se disfrazaban para interpretar obras de teatro escritas por Lanza: en Navidad La Marcha de los reyes, en Semana Santa: La pasión, y los cumpleaños de los unos y los otros. Cuando querían y se encontraban entre ellos algunas mujeres que cocinaban bien como Jeanne Martin, los platos vegetarianos podían ser deliciosos. La Marcha de los reyes por navidades se interpretaba en la granja que se limpiaba para la ocasión y se acondicionaba bien con paja. La Pasión por Semana Santa se interpretó en Tournier cuando aún no estaba del todo acabada su escritura. Fue una especie de prueba. Guardo un recuerdo maravilloso (…) Lanza interpretaba a Cristo. Hubo cantos dirigidos por Chanterelle, y luego una procesión siguiendo el monte hasta la cruz erigida al este del jardín. Era a la vez simple y grandioso. Menos acabado que lo que se interpretaría más adelante en Saint-Séverin en París, pero muy bello en su rusticidad. El día de Pascua hubo un gran festín.
Vida austera. En cualquier ocasión Lanza permanecía muy digno, nunca olvidaba su rol de jefe de comunidad; pontificaba. Es una lástima porque le conocí en Marsella, en casa de Madame Gébelin, su suegra, y lejos del grupo: era entonces natural, un hombre de mundo encantador, espiritual, hablando de todo muy sencillamente y con lucidez también acerca de las personas de su grupo juzgándolas como lo hacíamos nosotros mismos, sin complacencia, mientras que Chanterelle las defendía. De “X” decía: “es un pedante”, lo cual era muy cierto. Pero jamás lo hubiese dicho cuando retomaba sus funciones de jefe. (…)
En los primeros tiempos, los principios y preceptos debían ser seguidos al pie de la letra. Se debía cocinar en el hogar, en la chimenea. Chanterelle había pedido en su primera visita, que les consiguiéramos uno de esos hornos de leña de fin de siglo pasado, sobre cuatro patas de fundición, y de dos agujeros; encontramos uno en casa del famoso Quintin. Pero nada más llegar, Lanza hizo desaparecer este horno. Se cocinaba en el hogar común con grandes calderos de hierro que se colgaban, algo que resultaba muy cansado para las mujeres. Había que mover esos pesos enormes y limpiar estas ollas con arena después de cada comida. Sin embargo, es así cómo se cocinaba, excepto cuando estuvo de cocinero Marc después de la partida de los Martin, y que operaba en la “ourserie”, es decir el antiguo horno de pan donde había una cocinita rústica. (...)
La partida. La comunidad se marchó el 29 de junio de 1953 después de San Juan. Fue durante esta fiesta de San Juan que tuvo lugar en Tournier la boda maravillosa de Jean-Marie, alias el Lionceau (“cachorro de león”), con Yvonne (…) Después vino la partida definitiva del grupo (…) Fue una sensación sorprendente la de encontrarnos solos en la propia casa, abrir todas las puertas de un extremo al otro de la casa, retomar posesión de los muebles; los niños corrían de un lado a otro.